Mientras la ciudad estaba en la hora donde más siente el agite de las gentes, Pedro permanecía sentado en su taburete recostado sobre la puerta de entrada del lugar, la resolana le molestaba un poco; notó que la silueta de un hombre se acercaba; éste entró a la localidad se paseó y miró pronunciando:
“Quiero un ataúd para mí, en lo posible para dentro de 4 horas"
Pedro le dijo que era muy poco tiempo; A lo que el hombre le contesto que dentro de 4
horas era el entierro de él y de su esposa.
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