Un hoja enlagunada por lágrimas, un lapicero rojo que acabándosele la tinta fueron sus únicos acompañantes, la hoja su confidente, la tinta el emisor de sus sentimientos. Tenía tantas cosas que decir, tanto que confesar, con los pies cruzados, la nariz tapada y sus ojos encharcados en esas lágrimas que parecían agua sal, comenzó a escribir. Cada letra era una lágrima, cada vez más inundaba el papel, a su lado un teléfono vibrando con desesperación, pero estaba decidido, cada llamaba aumentaba su dolor, al fin decidió apagarlo pero se encontró con un mensaje, un corto mensaje pero tan lleno de sentimiento que inundó su corazón de dolor, y tristeza, pasó su mano para limpiarse la nariz con el borde de la camiseta blanca que lo vestía, una camiseta ya encharcada, él era sentimental y ahora más, ahora estaba dolido, confundido, ofendido, la decisión estaba tomada pensaba, pero el sólo hecho de pensar en ella, le producía eso que sólo pueden sentir una persona a la que le han robada un sueño, que le han roto el corazón o que ha sentido una decepción, ese gran vacío que se traga todo menos la melancolía, veía borroso pero no le impedía plasmar en el papel todo, no sabía qué le dolía en realidad, era tanto, sus dientes chasqueaban, ahora sentía frío, cómo era posible que en el día todo era sonrisas y en la noche, en la típica llamada de despedida, se hayan despedido para siempre, un adiós, ese tipo de adiós que sabes que no va a tener un hola al día siguiente, ese adiós que era para siempre. La carta que escribió ya la verán, cómo he dicho de sus ojos brotaba las profunda tristeza, por lo tanto la tinta roja se corrió un poco, el simplemente quería desahogarse, nunca pensó que fuera ser descubierta.
“Querida mía debo decir que la tristeza que me abarca este día es monstruosa, nunca pensé que todo fuera a cambiar de esa manera, nunca imaginé que la noche iba a ser tan triste, nunca pensé que el frío y tú ayudarían a helar mi corazón, escribo con tinta roja, porque representará el dolor, dime si en todo lo que hice hubo algo malo, dime en qué me equivoqué, dime qué produjo tu decisión, tus palabras, entraron por mi oreja, y fueron directamente a mi corazón, a mi honor y los destrozaron, liberaste la nostalgia, la tristeza, y esos reos que estuvieron presos por tanto tiempo, lo has logrado, me has demostrado que ser un hombre bueno en todos los sentidos, no fueron suficiente para hacerte feliz. Supongo que las llamadas son para convencerte que estoy bien, lo estoy, lo estaré, no tendrás que preocuparte, igual cuando tuviste la oportunidad decidiste hacer caso omiso a eso, tú estuviste primero, para mí no fue problema. Me pregunto entonces ¿cuál es el problema?, Por qué lo decidiste, me esmeré, dejé tantas cosas sólo por ti, dejé una vida en tus manos, ahora no sé qué hacer con ella, que irónico la propia vida la maneja una relación, cuanta libertad dejé por hacerte feliz y ahora me arrepiento, malditas gotas, no dejan de caer, simplemente me abriste el pecho y agarraste lo primero que viste, un corazón maltrecho, al menos te divertí dejando que lo destrozaras, los rompecabezas son para armarlos pero a ti, particularmente te gusta desarmar, supongo que será tu naturaleza, pero no es más, esto será lo último que sabrás de mí, una simple carta, una carta llena de dolor, sólo quiero que lo sepas, prefiero hacerlo por acá, ya que mi voz suele quebrarse cuando sufro, gracias por tu indolencia, gracias por las horas que te hice malgastar y gracias por demostrarme que el amor no existe.”
Después de escribir, se recostó sobre la mesa en la que escribía, su brazos debajo de su cabeza para que la gotas terminaran de caer por si solas en la mesa, después de sollozar se quedó dormido, y fue para su querida ese adiós que quiso, mientras sus lagrimas caían su vida se iba con ellas, así fue que él murió ahí, en la mesa donde se desahogo por última vez, su vida se fue con las letras, su alma se deshizo con las lagrimas, y su último respiro fue un te amo, que se dijo para sus adentros.
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